Bueno, fracasé. ¿Y ahora qué?

Recién había salido el sol y ella estaba despertando. Tenía una sensación rara en sus emociones, otro intento más. A veces se preguntaba si realmente valía la pena seguirlo intentando ya que ni se recordaba cuántas veces la habían rechazado.

Después de prepararse y desayunar fue a su oficina. Tenía que trabajar algunos pendientes antes de su reunión con sus nuevos clientes potenciales. Realmente ya no se sentía tan emocionada como antes, cuando solía experimentar ese éxtasis de soñar con todo lo que iba a suceder “cuando por fin llegue una oportunidad grande”, pero tanto añoraba ese momento que hasta ya había empezado a creer que por eso mismo nunca llegaba.

Llegó el momento de la reunión. “Parece que tienen prisa, no se ven tan amigables”, pensó ella al entrar a la sala. “¿Por qué no puedo simplemente despacharlos rápido, si igual de todas formas no estarán dispuestos a tomar el contrato?”, se preguntó en un momento, pero luego recapacitó: “No, no desperdiciaré la oportunidad. Haré lo mejor posible”. Así que respiró hondo y saludó con entusiasmo.

Al final de la reunión, mientras se despedían, a ella le dio ansiedad. No sabía qué tanto más podría aguantar su empresa sin contratos nuevos. Ellos no parecían que lo fueran a tomar, no expresaron casi nada durante la reunión por más que ella se esforzó en interpretar qué era lo que estaban pensando. Ella decía “adiós” con una sonrisa irónica en los labios.

Había pasado una semana sin recibir noticias de estas personas. Realmente no sabía si tenía sentido haber mandado el recordatorio para saber qué habían pensado de la propuesta, pero aun así lo había enviado. “Simplemente no puedo rendirme. Si voy a fracasar, así será, pero no va a quedar en mí”, se alentaba sí misma.

Dos días después recibió un correo electrónico de parte de ellos. No lo podía creer: estaban de acuerdo con la propuesta, aunque el proyecto era aún más grande de lo que habían estimado en la reunión anterior, por lo que le pedían reunirse nuevamente para actualizar los términos. Era algo que lo cambiaba todo para bien. Ella lo había logrado, era lo que necesitaba para sobrevivir y continuar con su empresa. Quería tomarse un tiempo para saborear el momento, pidió una taza de café y mientras la bebía no dejaba de pensar en qué hubiera pasado si se hubiera rendido en una de las tantas ocasiones donde no miraba con claridad la luz al final del túnel.

Al llegar a su casa, después de cenar, le dijo a su hija: “Nunca te rindas porque no sabes en qué intento lo lograrás, por lo que debes de seguir insistiendo. Lograrás lo que amas solo si continúas y perseveras en ello”.

Luego de contarte esta historia, quiero invitarte a reflexionar: ¿Cómo manejas el fracaso cuando llega? Porque según cómo lo manejes, esto es lo que determinará tus verdaderas posibilidades de alcanzar el éxito.

Si te gusto este mensaje, te invito a que leas también: Las mayores causas del fracaso. ¿Alguna te ha retenido en tu progreso?

¡Nos leemos!

Omar

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